viernes, 27 de octubre de 2017

La Alegría del Amor (#46)

Un numeral para cada día, tomado de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, "Amoris Laetitia" (La Alegría del Amor).

CAPÍTULO SEGUNDO
REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS

46. Las migraciones "representan otro  signo de los tiempos que hay que  afrontar y comprender con toda la carga de consecuencias sobre la vida familiar".

El último Sínodo ha dado una gran  importancia a esta problemática, al  expresar que "atañe, en modalidades  diversas, a poblaciones enteras en varias  partes del mundo. La Iglesia ha tenido en este ámbito un papel importante. La necesidad de mantener y desarrollar  este testimonio evangélico (cf. Mt  25,35) aparece hoy más urgente que  nunca (...)

La movilidad humana, que corresponde al movimiento histórico natural de los pueblos, puede revelarse una auténtica riqueza, tanto para la familia que emigra como para el país que la acoge. Otra cosa es la migración forzada de las familias como consecuencia de situaciones de guerra, persecuciones, pobreza, injusticia, marcada por las vicisitudes de un viaje que a menudo pone en riesgo la vida, traumatiza a las personas y desestabiliza a las familias.

El acompañamiento de los migrantes  exige una pastoral específica, dirigida  tanto a las familias que emigran como a los miembros de los núcleos familiares que permanecen en los lugares de origen. 

Esto se debe llevar a cabo respetando sus culturas, la formación religiosa y humana de la que provienen, así como la riqueza espiritual de sus ritos y tradiciones, también mediante un cuidado pastoral específico (...)

Las experiencias migratorias resultan  especialmente dramáticas y  devastadoras, tanto para las familias como para las personas, cuando tienen  lugar fuera de la legalidad y son sostenidas por los circuitos internacionales de la trata de personas.

También cuando conciernen a las mujeres o a los niños no acompañados, obligados a permanencias prolongadas en lugares de pasaje entre un país y otro, en campos de refugiados, donde no es  posible iniciar un camino de integración. 

La extrema pobreza, y otras situaciones de desintegración, inducen a veces a las familias incluso a vender a sus propios  hijos para la prostitución o el tráfico de  órganos".

"Las persecuciones de los cristianos, así como las de las minorías étnicas y  religiosas, en muchas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, son una gran prueba: no sólo para la Iglesia, sino también para toda la comunidad internacional. Todo esfuerzo debe ser apoyado para facilitar la permanencia de  las familias y de las comunidades cristianas en sus países de origen".

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