lunes, 16 de enero de 2017

La Alegría del Amor (#14)

Un numeral para cada día, tomado de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, "Amoris Laetitia" (La Alegría del Amor).

CAPÍTULO PRIMERO
A LA LUZ DE LA PALABRA

14. Retomemos el canto del Salmista. Allí aparecen, dentro de la casa donde el  hombre y su esposa están sentados a la mesa, los hijos que los acompañan  "como brotes de olivo", es decir, llenos de energía y de vitalidad. Si los padres son  como los fundamentos de la casa, los hijos son como las "piedras vivas" de la familia. 

Es significativo que en el Antiguo Testamento la palabra que aparece más veces después de la divina yhwh, el  "Señor" es "hijo" (ben), un vocablo que  remite al verbo hebreo que significa  "construir" (banah). Por eso, en el Salmo 127 se exalta el don de los hijos con  imágenes que se refieren tanto a la edificación de una casa, como a la vida  social y comercial que se desarrollaba en  la puerta de la ciudad: 

"Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; la herencia que da el Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud; dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza".

Es verdad que estas imágenes reflejan la  cultura de una sociedad antigua, pero la presencia de los hijos es de todos modos un signo de plenitud de la familia en la continuidad de la misma historia de  salvación, de generación en generación.

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